8 abr 2009

Mi Kryptonita



Desde tiempos inmemorables, cuando nos cuentan un cuento, el personaje principal tiene una debilidad. Algo que los hace vulnerables, Superman tiene la Kryptonita, El talón de Aquiles o el Shampoo a una gitana.

La historia que os vamos a relatar tiene que ver más que con una debilidad, con un miedo, concretamente con una fobia.
La historia se remonta a principio de los noventa, cuando, con su bañador tipo bermuda estampado en flores, su toalla playera y sus chanclas cangrejeras, nuestro personaje se dirigía como todas las mañanas de verano a la piscina de su pueblo, Puerto Real, donde se crío en la infancia.

Era una costumbre dirigirse a esa piscina, a hacerse unos largos antes de comer, jugar un poco al párchise o corretear por los columpios.
Os contamos esto porque es necesario conocer el hábitat donde se va a desarrollar la terrorifica historia: La piscina del Barrio.

El barrio en cuestión, es un barrio normal y corriente, con la chavalería típica: Estaba Gema la cual era la hija del dueño del Coviran, era el Al Capone del barrio hasta que se descubrió que el dinero no lo sacaba concretamente de la venta de congelados, sino de el trafico con la cocaína; también estaba Alberto “El gordo”, el cual creo que murió a causa de una picadura de avispa que fue provocada por un pedrolo que J.L. le tiro a una botella de coca-cola (El cual era un avispero, y el “gordo” era alérgico a las avispas), también estaba el típico niño amanerado que exploto su mariposa interior en años posteriores; el típico mejor amigo de la calle, y mis hermanos.

Pues bien, un día caluroso, con su pandilla y su vestimenta, se dirigio a la piscina a darse un chapuzón, sin ser consciente de lo que iba a ocurrir. Hay que aclarar que en la piscina chica ese día no se podía bañar nadie debido a la aparición el día anterior de unas bolitas negruzcas pequeñitas flotando en la misma (Llamese Mierda).
Haría unos 30 grados a la sombra, y era razón de peso para que todo el pueblo se metiera en la piscina. J.L. se puso a hacer unos largos buceando, costumbre entre los amigos.
Saltó desde el bordillo, y se sumergió, quería establecer un nuevo record, tocar dos veces la pared, una a la ida, y otra a la vuelta. Se quedo a medio camino pues sus pulmones no daban para mas. Cuando, salio del agua, después de esa zambullida, lo primero que hizo fue coger aire. Luego, miro hacia los lados, y vio que la piscina, ESTABA ABANDONADA!
En cuestión de medio minuto, estaba totalmente vacía. Extrañado, fue poco a poco viendo como la gente, formaba un círculo alrededor de la piscina, y le miraban atónitos. Con los ojos bien abiertos, y despacio, muy despacio, se fue dando la vuelta, el silencio era estremecedor, cuando se dio la vuelta por completo, la vio, flotando, acercándose poco a poco, con movimientos ondulados, a una cosa blanca, con algo rojito en el centro. Ese día se entero de lo que era una compresa, ese día se entero de lo que era la regla y que las cigüeñas no traen a los niños.

Cuando el contacto visual se hizo real, el silencio se convirtió en un jolgorio: Los de la piscina gritando que saliera, el socorrista tocando el pito con insistencia, su cerebro diciéndole que nadara mas fuerte, mas fuerte.
Cuando se quiso dar cuenta, estaba fuera, tiritando de frío, y todo el mundo tratándole como un apestado. Se fue corriendo a ducharse a su casa. Un familiar suyo cogio hongos en esa misma piscina.

Por lo tanto, lo que hace vulnerable a nuestro personaje, no es ni la Kryptonita, ni el talón, ni un shampoo), sino lo que provoca verdaderamente terror a J.L es una piscina de pueblo, nunca se la nombres o acabara volviéndose loco.

Desde aquí, y a través de este blog, hago un llamamiento a las mujeres de España: PONGANSE TAMPAX.

3 comentarios:

  1. Hola J.L. Muy buena historia

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  2. que asco de piscinaaaaa jajajajjaajajaj

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  3. Increiblemente asqueroso!! Lo que no te pase a ti. Un abrazo crak, me ha encantado la historieta

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